Recientemente la revista Nature ha publicado un artículo de análisis en el que se muestra cómo los fármacos contra el cáncer, en general contra todo tipo de cáncer, han aumentado muchísimo en los últimos años.
Por contra, las terapias antibióticas parecen estancadas.
El cáncer nos asusta mucho, es cierto, pero cada vez más deberían asustarnos las enfermedades infecciosas por bacterias resistentes a los antibióticos.
El artículo muestra otra estadística muy interesante. Y es que en 2022 hay 64 medicamentos en pruebas con actividad antimicrobiana. De ellos, 51 están desarrollados por pequeñas empresas, 8 por grandes compañías y 5 por organizaciones sin ánimo de lucro.
Esta estadística muestra un problema y es que a pesar del mercado tan grande que se puede esperar para los antibióticos, su desarrollo es tan caro que las grandes empresas no se meten en ese campo y se dedican al desarrollo de otros medicamentos con un plazo de salida al mercado y una rentabilización mucho mejores.
El problema no acaba ahí, sino que las pequeñas empresas que desarrollan antibióticos en muchas ocasiones simplemente quiebran antes de conseguirlo por estos grandes costes y largos plazos.
El resultado es que avanzamos muy despacio en la obtención de nuevo armamento contra las enfermedades infecciosas por bacterias.
El artículo se pregunta si no serán las Organizaciones sin ánimo de lucro las que nos salvarán invirtiendo en la búsqueda de nuevos antibióticos.
Y no puedo estar más de acuerdo con esta pregunta. Porque los gobiernos, están a otra cosa cuando son las que deberían liderar las estrategias de investigación médica de manera independiente a la rentabilidad a corto y corto-medio plazo. Pero ya sabemos que los políticos son incapaces de pensar en el largo plazo.
Hasta pronto.
Ignacio de Miguel