Se han realizado numerosos estudios sobre el efecto que produce la larga estancia en el espacio gracias a la Estación Espacial Internacional.
El último estudio de gran impacto lo comenté hace unos meses sobre el desarrollo embrionario en ratones.
También en ratones se ha estudiado la pérdida de masa ósea en el espacio.
En los astronautas enviados a la EEI quizá el estudio más llamativo fue el que se realizó de manera comparativa a unos gemelos, uno que estuvo un año en la Estación y el otro que permaneció en la Tierra. (Ahora mismo no tengo un enlace para ilustrarlo).
Otro estudio bastante interesante es el efecto de la microgravedad en nuestros genes, cambios que se producen a los pocos días de estar en el espacio y que tardan en revertirse al volver a la Tierra.
Ahondando en estas cosas se ha publicado recientemente un artículo en la revista Nature en el que se ha estudiado sobre unos civiles normales y corrientes el efecto de pasar unos días en el espacio. El estudio se ha podido realizar gracias a los cuatro turistas de SpaceX que se han pasado tres días en órbita.
Sólo por estos tres días se producen alteraciones fisiológicas que no se recuperan del todo hasta tres meses después de la vuelta a la Tierra.
Si, volvemos a la Tierra nos acabamos recuperando, ¿pero qué pasa si permanecemos largas estancias en el espacio, en la Luna, o quien sabe si en Marte?
Si queremos colonizar el Universo, debemos encontrar cómo los simples mortales, no solo los astronautas, seremos capaces de afrontar lo que ahora son unos inconvenientes considerables de vivir fuera de nuestra Tierra.
Tal vez sea necesario que haya más millonarios excéntricos que quieran pasearse por el Espacio Exterior unos días para poder estudiarlos y que la Ciencia logre frenar las alternaciones que eso provoca.
Aunque aviso a navegantes: la ingravidez (o microgravedad) puede provocar un mareo constante, y pasarse tres días revuelto del todo después de pagar por diez millones de dólares creo que no es muy gratificante.
Hasta pronto.
Ignacio de Miguel